jueves, abril 25

“Nos jugamos los 50 próximos años” en las elecciones de Chile

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“Los próximos 50 años están en juego” en las elecciones de Chile.

La campaña electoral en el país andino ha llegado a su fin, y el país se enfrenta ahora a una segunda vuelta polarizada.

Con una expresión de preocupación en su rostro, el hombre se acerca al enviado de EL MUNDO.

Señala las flores recién plantadas y un parche de césped nuevo.

– ¿Estás al mando? Porque me han ordenado que vaya al agua.

Regar las flores se convirtió en la metáfora perfecta de cómo el país se acerca a las cruciales elecciones presidenciales del domingo en Santiago: tenso, dividido y desconfiado, porque, independientemente del resultado, la mitad derrotada de la población sentirá el domingo por la noche que vuelve lo peor del pasado.

La línea gruesa, muy gruesa, afirma que o bien volverá el comunismo o bien el pinochetismo.

Los seguidores de José Antonio Kast colocaron flores y pasto en la emblemática Plaza Baquedano, también conocida como Plaza Italia o, a la izquierda, Plaza de la Dignidad, en la madrugada de este viernes. Esa plaza, también conocida como Plaza Italia o, a la izquierda, Plaza de la Dignidad, fue el epicentro del estallido social que se inició en octubre de 2019 y que terminó por cambiar la política chilena desde la raíz.

La izquierda y la derecha moderada quedaron fuera de la segunda ronda de la Convención Constituyente, que está siendo presidida por un líder mapuche.

Chile ya no es un destino de clima cálido.

La intervención de los partidarios de Kast en la Plaza Baquedano, que tiene muy mala fama después de dos años de continuas manifestaciones, fue un simple mensaje a la sociedad: si votan por nosotros, esta plaza (y el país) estará limpia y ordenada; si votan por Gabriel Boric y la izquierda dura alineada con él, el país estará tan desordenado y sucio como esta plaza.

“No nos jugamos mucho; nos jugamos los próximos 50 años de Chile”, dice a EL MUNDO Mauricio Droguett, un abogado de 37 años que acudió a la plaza para hacerse una foto.

“El futuro será de prosperidad o de estancamiento político y social, como han experimentado Venezuela, Cuba, Nicaragua y Corea del Norte”.

A sus espaldas está José Hernández regando. Lo envió el ayuntamiento de Providencia, una de las comunas del área metropolitana de Santiago, gobernada por Evelyn Matthei, de la derechista Unión Democrática Independiente (UDI), el partido tradicionalmente ligado al dictador Augusto Pinochet, que murió en 2006. Hernández nunca habría recibido ese encargo de Irací Hassler, la alcaldesa comunista de Santiago. La plaza está justo en el límite entre las dos comunas.

Un rato después, la policía detiene a dos personas en la plaza. Un hombre, simpatizante de Kast, había golpeado a un fotógrafo. Cinco horas más tarde, un grupo anti-Kast quitó el césped y las flores de la plaza.

Pese al luminoso viernes a días del inicio del verano austral, Santiago es pura tensión.

“Lo que se juega este domingo es avanzar en el proceso de cambio con la Convención Constituyente o ir a una involución, a un retroceso histórico con José Antonio Kast”, dijo a este diario el senador Juan Ignacio Latorre, nexo de Boric con la izquierda y la socialdemocracia europea.

Lo único claro del domingo es que no está claro quién ganará. Aunque en Chile están prohibidas las encuestas en las dos semanas previas a las elecciones, los medios extranjeros no están alcanzados por ese veto. Así, dos encuestas circularon en las últimas horas. Una le da 50% a Boric y 50% a Kast. La otra, 48,5 a Kast y 48,4 a Boric. Otras, sin embargo, hablan de una ventaja considerable del candidato de la izquierda.

Kast, que en el inicio de la campaña para la segunda vuelta perdió parte de la energía y la frescura que lo llevó a ganar la primera vuelta, ha ido aparentemente recortando distancias con Boric, que carga con un estigma: la segunda vuelta en Chile siempre fue ganada por aquel que obtuvo más votos en la primera vuelta.

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