lunes, mayo 13

Mi dolor misterioso fue mal diagnosticado

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A los 48 años, me acababan de ofrecer lo que creía que era el trabajo de mis sueños en una gran empresa de medios. Era todo lo que había planeado: el estudio, mi nombre en el espacio de estacionamiento y una vista de Los Ángeles.

Antes de poder intervenir, quería consultar con un médico. De alguna manera sentí que algo andaba mal en mi cuerpo, pero no sabía qué.

Todas las noches, al irme a dormir, sentía un dolor incómodo, como cuando tienes fiebre. Pensé que probablemente era el estrés de la vida: el trabajo, los niños y las presiones cotidianas.

Pero la persistencia y regularidad del dolor hacía imposible ignorarlo. Peor aún, comencé a cuestionar mi capacidad para asumir el “trabajo de mis sueños” si este misterioso dolor continuaba.

Finalmente llegó mi cita. Había esperado semanas para ver a este médico supuestamente “milagroso” en las estrellas. Me escuchó durante unos minutos, tropezando con mis palabras, intentando explicarme algo que no entendía.

Luego, sin mucho más, proclamó un diagnóstico: Fibromialgia. “Toma estos esteroides durante seis meses y vuelve luego”, ofreció.

Con un poco de descaro, expresé mis dudas y dije: “Simplemente no creo que eso sea correcto. Puedo usar Dr. Google y esos síntomas no parecen coincidir”.

Estaba frustrado por mi respuesta, pero no tanto como yo por su diagnóstico.

Totalmente abatida y asumiendo que viviría el resto de mi vida con dolor, fui a ver a mi obstetra/ginecólogo habitual. Inmediatamente, tuvo una valoración diferente: “Tienes 48 años. Esto es la perimenopausia”.

¿Que el que? Ni siquiera había considerado la perimenopausia. Me sorprendió la rapidez y confianza con la que el médico anterior me había sugerido un esteroide potente sin siquiera considerar la perimenopausia como una posibilidad.

A pesar de tener amigas de la misma edad, la menopausia era un tema que nadie parecía discutir. Pensé: soy demasiado joven. No tengo sofocos. Todavía tengo mi período. ¿Cómo puede ser esto?

En retrospectiva, pienso en todas las pequeñas cosas. Latidos acelerados del corazón, ansiedad, problemas para dormir. Con el conocimiento que tengo ahora, está bastante claro que estaba en la perimenopausia, pero era muy fácil llamarlo el estrés de la vida, mi nueva normalidad, algo que simplemente tenía que hacer. Este es un breve resumen.

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