lunes, mayo 20

No podía mirar a mis bebés recién nacidos

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Siendo una millennial adicta al trabajo, estuve convencida, durante mucho tiempo, de que la maternidad era una trampa; una estafa patriarcal que mantuvo a las mujeres en perpetua servidumbre tanto para ganarse el dinero como para cuidar de sí mismas, y ¿por qué alguien se haría eso a sí mismo en esta sociedad?

Entonces, durante mucho tiempo, no quise tener hijos, aunque tuve espacio para tal vez en el tiempo, con la persona adecuada, con los recursos adecuados.

Con el tiempo, la persona adecuada y los recursos adecuados se volvieron abundantes, junto con un anhelo primario sutil pero insidioso. Di el paso. Después de un año de infertilidad, un diagnóstico de síndrome de ovario poliquístico y una cirugía, pasamos de dos ciclos medicados a dos fetos.

Serían gemelos.

Inicialmente, el especial dos por uno era difícil de tragar, como cualquier alimento durante las primeras 18 semanas de embarazo, pero se calmó cuando las náuseas matutinas comenzaron a disminuir y en mi barriga crecieron dos bebés cada vez más animados.

El resto del embarazo, hasta el parto, transcurrió prácticamente sin complicaciones, salvo las ecografías adicionales, como se esperaba, con gemelos y un molesto cordón de dos vasos que a los médicos no les preocupaba.

Luego, a las 32 semanas, rompí fuente prematuramente mientras estábamos en Vermont; hice un “PPROM”, como había aprendido. Me senté en el hospital día tras día, perdiendo líquido amniótico, recibiendo muchos antibióticos y esperando evitar infecciones y que los bebés cumplieran 34 semanas.

El día 12, el amanecer me vio trabajando desde mi cama de hospital, como todos esperaban de mí. Al mediodía, fiebre y dolor. Y al anochecer, una emergencia que resultó en un diagnóstico de corioamnionitis y posterior cesárea.

Me estoy saltando muchos detalles dolorosos, pero basta decir que fue rápido, traumático y llevó a mis gemelos a la UCIN.

De espaldas, con los brazos abiertos, entumecidos y llorando, vi a ambos bebés por el rabillo del ojo mientras los sacaban rápidamente de mí y los llevaban inmediatamente para su evaluación. Horas más tarde, me llevaron en silla de ruedas a la UCIN para contemplarlos adecuadamente, la última en conocer a mis hijos entre las partes relevantes.

Más tarde me daría cuenta inmediatamente de que algo andaba mal. Sabía, intelectualmente, que amaba a estos dos seres de 3 libras, pero la emoción no me inundó. Por otra parte, como madre primeriza, no sabía exactamente qué sentir.

Yo estaba quieto. Este es un breve resumen.

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